lunes, 30 de mayo de 2011

La casa en la playa

Germán apenas salía del estado etílico en el que se había encontrado toda la noche anterior y parte de esa mañana. Estaba sentado justo en el porche de su casa de playa y comenzaba a buscar a través de sus lentes de sol algo que no fuera el mar (sobrentiéndase bañistas con buenos cuerpos). No se veía ninguna chica particularmente hermosa como para esforzar demasiado la vista o levantar los binoculares que para esa razón había adquirido cuando también compró la casa. Arrugó la nariz y se dio cuenta que era demasiado tarde para ponerse bloqueador. Entró a la casa por una cerveza que no hallaría pues sus invitados de anoche se las habían acabado todas, se dirigió a su alcoba para tirarse en la cama, pero dos de sus invitados ya dormían en ella. Eran su amigo Gerardo y una hermosa muchachita de pelo negro y piel demasiado pálida para el clima de ese lugar. Lo más razonable hubiera sido retirarse dormir en la sala, dejarlos dormir y al día siguiente reclamar a Gerardo su abuso de confianza, para después felicitarlo por su surte con la chica, pero la desnudes de la chica obligó a sus ojos a anclar el resto de su cuerpo en la silla de la que no se movería hasta que chica despertara. Era increíble que un tipo como Gerardo pudiera estar con una chica como ella, él un gordo de casi cincuenta, sin la más mínima pretensión de lucir interesante y ella una linda muchachita de no más de 20 años ni 60 kilos, por cierto muy bien acomodados en los aproximadamente 1.70 metros que su ser comprendían. Germán se olvidaría de los reclamos hacia a su amigo y definitivamente sólo lo felicitaría, pero primero tenía que esperar a que la poca sangre que aun se dirigía al norte de su cuerpo le diera fuerza a su cerebro para conectarse con sus piernas y retirarse evitando así tener que dar explicaciones de qué hacía en su propia alcoba, pero sus piernas se tardaron y la chica despertó, dejando a Germán paralizado por los nervios. Al principio la chica no lo vio pues aún tenía los ojos cerrados, así que,como imagino era de costumbre para ella, estiró su torso y su brazos dando un largo bostezo que hacía resaltar aun más sus hermosos senos blancos ajenos a cualquier marca de bronceado, pero finalmente abrió los ojos y vio a Germán sentado ahí, pareciendo un tanto indiferente, pues lo tostado de su piel no permitía notar la leve palidez que había invadido su rostro y sus lentes obscuros no dejaban escapar a la luz sus ojos abiertos como platos. La chica bajó las piernas de la cama y recogió del suelo un pequeño trozo de tela negra que reconoció como su pantaleta y se la puso sin prisa, la chica pensó que su primer impulso debió ser de sorpresa y tal vez de indignación, que debió cubrirse y preguntar que hacía él ahí, pero pasó que su primer impulso fue uno que rara vez en la vida de cada ser humano pasa, razonó y se acordó de que él era el anfitrión y que seguramente esa era su cama, así que supuso que la respuesta de éste al pedirle una explicación sería: “pues éste es mi cuarto y el que debe pedir explicaciones soy yo ¿No crees?” así que decidió no discutir para no dar explicaciones, pero se dio cuenta de que se equivocó en sus cálculos, pues el primer impulso de Germán tras ver la escena de la pantaleta fue tratar de dar explicaciones, cosa que la chica, quien comenzaba a sentir los efectos de la resaca no quería escuchar, así que de inmediato lo calló diciéndole “No te preocupes, yo entiendo que esta es tu habitación y no tienes porque dar explicaciones en tu propia casa”. Tras esta aclaración Germán se quedó callado observando como ella se vestía, sin parecer incomodarse con su presencia, pero como bien dije sólo sin parecer pues por dentro estaba temblando sintiendo una mezcla de coraje y vergüenza que nadie hubiera adivinado debido al semblante de seguridad que siempre hace lucir a las mujeres de su clase más bellas de lo que ya son. La ropa de la chica por fin cubrió lo esencial y nada más que eso, pues ese montón de trapos de diseñador europeo llamados ropa, no eran más que una combinación de lencería, transparencias y escote. La chica se levantó recogió su cartera y se dispuso a despedirse. Y antes de que él siquiera pensara en intentar levantarse para acompañarla ella, en el más sensual tono de voz que Germán jamás haya escuchado y que por cierto era el tono más habitual en ella, le dijo: “No te molestes sé bien el camino” y él obedeció como autómata y la dejó ir sin siquiera decir adiós. Pasaron veinte minutos quizá, cuando German salió del estado casi narcótico en el que se encontraba cuando decidió que esa hora, las 12:45 de la tarde, era la hora adecuada para salir con su amigo a comprar un par de cervezas y algo de comida picante, pero tendría una terrible sorpresa, ya que cuando intentó despertar a Gerardo notó que no respiraba y que su cuerpo estaba helado… “Debió fallecer como a las 3:45 a.m.” dijeron después que realizaron la autopsia. Y entonces es que, 6 meses después de eso, Germán piensa que su primer impulso acerca de reclamarle a Gerardo el abuso confianza era el más adecuado, de hecho eso estaba haciéndolo frente a su tumba, puesto que nada disminuye más la plusvalía de una casa que la noticia de alguien que murió en la alcoba en la que el dueño no piensa volver a dormir jamás.

lunes, 23 de mayo de 2011

La sirena

Un par de anteojos empañados cayó cuando la sirena apareció en la playa a la luz de las estrellas. El dueño de los lentes no los quiso recoger, por temor a confirmar o desmentir lo que sus ojos veían, ya que lo que enfrente de el estaba era demasiado bello como para poder soportar una pérdida o una desilusión.
Fue la única vez que creyó que sería mejor vivir con la duda.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sucio

Por Javier Magaña
I
Hace poco

Hace poco que recibí una llamada, era ella.
Pensé que no quería volver a hablarme, pues es lo más lógico que uno puede creer cuando le gritan “¡No quiero volver a verte, maldito pervertido!”.
Pero ella habló:

Ella: ¿Que tanto es una mirada?
Él: Es algo así como las incontenibles ganas que a veces dan de voltear hacia atrás.
Ella: ¿Cómo lo hiciste con esa chava?
Él: Cómo lo hice contigo hace seis meses ¿recuerdas?...
Ella: Sí, aún recuerdo lo que también dijiste, aunque debo confesar que de deseé que fuera broma.
Él: Y el hecho de que llames me hace presumir que te agrada un poco que haya sido en serio.
Ella: Tal vez…

II
6 meses antes de hace poco

“Me gusta verte por detrás. No es que no aprecie la obra de arte que forman tu blusa ajustada y el frío de esta mañana, pero… prefiero verte por detrás.”

viernes, 20 de mayo de 2011

Polvo

Por Javier Magaña

Fue cuando cayó el primer puño de tierra cuando sentí en su propio rostro el balazo que le dieron a mi esposo en la cara y empecé a llorar y pedir que lo sacaran de ahí...
¡No comadre! ¡no se puede!, me dijeron en la noche cuando pedí ver la cara de Abraham. Era mejor así y ahora le dicen lo mismo, porque todos creen que es preferible pudrirse tres metros abajo que en plena calle o en su propia casa.
Se lo dieron de comer a un pozo, ¡malditos!, pero allá irán también ellos, hace una hora todavía estaba cobijado su ataúd con su bandera y ahora lo cubren de tierra para que ahí se quede siempre y se lleve consigo su mirada turbia como la de todos los que saben enfrente de quién están parados, esa que me enseñaba a mí cuando se despertaba antes de ponerse sus anteojos negros y que una vez le enseñó también a su compadre, el que es como él, pero más pendejo.
Fue bonito el chiste que hoy le hicieron, sí no lo hubiera matado el balazo, se hubiera muerto de la risa de saber lo que tenían planeado para cuando se muriera.
Ahí estaba el padre hablando de mi Abraham como si nunca se hubiera confesado con él, ni le hubiera cuidado a su sobrino cuando se iba al putero. Supongo que esas son la mentiras blancas, las que se dicen cuando uno usa un habito y levanta una oblea hacia el techo, dice dos o tres cosas en latín y arroja agua hacía un féretro cerrado de un hombre que murió en el cumplimiento de su deber (cualquiera que realmente sea éste).
Llegamos todas de negro y ellos, sus compañeros, en su traje de gala azul, que no por insulsa, pero sí sincera, se le veía bien a él, y ahora pienso, el hecho de que lo hubiera visto muchas veces usarlo, me dice que estaba acostumbrado a enterrar amigos.
Antes de traerlo aquí le tocaron una diana y ahora lo dejan con un grupo norteño que cobra 10 pesos por canción. Sí, en definitiva se hubiera reído, las sirenas de muchas patrullas lo siguieron. No saben cuánto me molestaba ese sonido, hasta él decía que sólo servía para pasarse el alto.
Su compadre, el que era como él pero más pendejo (no puedo dejar de mencionarlo), le hizo, junto con otros tres que me dijeron que eran sus amigos, una guardia como no se la hicieron cuando ocupaba quien lo cubriera de los 20 balazos que lo mataron.
La imaginación del comandante se puso en marcha y me contó de “lo bueno que Abraham” era, “una pérdida lamentable” fue lo que dijo.
No sé qué pensaran todos, pero fui la esposa de ese cabrón durante el tiempo suficiente como para saber que chingaderas hacía, pero no importa, ya la tierra lo ha cubierto y parece que todos sienten que los gusanos se llenarán con Abraham y no querrán la carne de ninguno de nosotros cuando nos entierren, mientras el padre dice que ese cuerpo que en unas horas se va a hinchar y carcomer es polvo y en polvo se convertirá, para después pedir a Dios que me cuide a mí con un tono que indica ser el permiso que los presentes esperan para empezar a retirarse de manera disimulada.
Era malo (como casi todos), pero era mi esposo y me fue entregado ante un altar por el mismo padre que hoy se lo entregó a la tierra.
“Hasta que la muerte los separé” nos dijo… nunca pensé que fuera una advertencia para que yo no reclamará cuando me quedará sin él, de quien hoy todos dicen que era bueno. Yo creo que en eso consisten estas ceremonias, en hacernos olvidar que aquellos que queríamos seguramente irán al infierno.

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Lo pasado, pasado está?

Por Javier Magaña

Fue una de esas malditas tardes en las que no se puede dejar el pasado donde debe estar, sólo bastó que cruzaran su mirada, para recordar algo que seguramente ya no importaba, o tal vez sí, cuando alguien saca una pistola es difícil creer que los motivos no eran importantes. Uno de ellos gritó un nombre y tras unos segundos ya había dos muertos en el suelo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mi Historia Sorprendente

Por Javier Magaña

Sé que para contar esta historia sólo me basta decir “Estábamos tú y yo”. Eso... eso casi nunca pasa.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Ora tú!, ¿Por qué esa cara?

¿Qué paso con tu cara querido espejo?, Hoy no encuentro en ti ese rostro desencajado tan tuyo como mío, tampoco has despertado la terrible sensación de nauseas que aparece cada mañana al verte, ¿Qué acaso hoy te has muerto?
Ya no me importan tus arrugas ni las entradas que se notan en tu frente, ya ni siquiera lloras ni me dejas hacerlo a mí, me miras como si llorar ya no sirviera ni para desahogarme.
Antes me veías con asco y yo tapaba mi rostro con mis manos, pero dejaba mis ojos libres para ver si te burlabas o me juzgabas loco.
Unas veces tu mirada lucia benévola y me invitabas a acercarme para darte un beso, pero tus labios eran tan fríos que me hacías enojar, apretar mis puños y lanzar un golpe que no te lastimaba nunca porque se estrellaba contra la pared, después de eso nos quedábamos quietos por un instante y yo me dejaba caer al suelo donde nuestras miradas no podían encontrarse, me sobaba la mano y hacia un puchero, luego retomaba el poco valor que entonces tenía, te volvía a ver a los ojos, una sonrisa salía de nuestras bocas y me mirabas como diciendo “No te agüites, viejas hay muchas, ya encontraras una.”. Pero ya estas cansado de animarme y ahora me toca a mí animarte y te digo que lo intentaré, ¡pero si mañana tienes la misma cara!... ¡te dejo!

sábado, 14 de mayo de 2011

Algo para tomar en cuenta

Por Javier Magaña

Si hay algo que se puede decir de mí es que soy muy paciente, la vida me ha dado muchas situaciones que me han enseñado a serlo, tengo miles de anécdotas sobre eso, una de mis favoritas es acerca de cómo esperé 7 horas para ir a orinar, porque antes tuve que recorrer media ciudad a causa de una ola de ataques con granadas a instalaciones policíacas, pero esa es para otro día.
La anécdota de hoy es acerca de los últimos cuatro meses… para empezar, debo decir que estaba en una sala de cine, con una chica de esas que podrán ausentarse, pero no necesariamente salir de tu vida, tomé mi chamarra y nos cubrí a ambos, el tipo que estaba a un lado y medio disimuladamente volteaba a verme poner mi mano sobre los glúteos de mi amiga seguramente habrá pensado que yo intentaba cubrirla para agarrarle los senos, pero la verdad es que nos había dado frío por el aire acondicionado, aunque sí aproveché para meterle la mano dentro de la blusa.
Y la verdad, no es que sea exhibicionista, pero para ese entonces tenía tres meses sin, como dicen los poetas populares (pero anónimos), mojar brocha, así que había decidido “trabajar el asunto”, desde ahí para después de la película, caminar con ella unas cuantas cuadras y llegar al motel de costumbre, porque no pensaba perder tiempo en ningún café. Además, según mi experiencia, si no haces ruido, no darás pretexto a que la mujer divorciada, con dos hijos, que va sola al cine te diga cosas como “No tengo problemas con que tú y noviecita se estén manoseando en público, pero por favor hazlo en silencio” y te avergüence frente a todos los presentes.
También está el hecho de que gracias a los múltiples videos que ahora podemos ver gratis en la Internet, la gente ha aprendido a vivir con su voyerismo.
Pues esperé las tres horas que duró eso a lo que los reporteros espectáculos suelen llamar “una obra maestra del cine” y que representa para sus productores ganancias en cifras que un habitante común de este país no sabe escribir muy bien, porque la verdad nunca la había escuchado y nunca recibirá de sueldo ni la diezmilésima parte de eso, para poder ir al lugar que me interesaba realmente.
Caminamos un par de calles por la ruta acostumbrada, cuando me di cuenta lo fácil que es que se te caiga una cartera cuando te cobijas con tu chamarra para cubrirte del frío que produce el aire acondicionado de una sala de cine mientras manoseas a una mujer.
La verdad no quise regresar, porque de repente me dan lapsus en los que carezco de fe en el ser humano y di por pérdida mi cartera, con mis más importantes credenciales y, peor aún, los 350 pesos con los que iba pagar el derecho a usar una habitación con jacuzzi y televisión por cable, durante ocho horas, de las cuales, admitámoslo, sólo iba a aprovechar tres porque al día siguiente tenía que entrar a trabajar temprano.
Ella y yo ya estábamos en un punto en que podía tomarme la confianza de decirle que pagara, pero ciertamente nunca me ha gustado admitir mi torpeza frente a ninguna mujer ni que ando cortó de dinero.
Así que me fijé bien dónde estábamos parados, qué había alrededor, la detuve, tomándola por el brazo le di un beso, le comenté que la había pasado genial, que no podía contener las ganas de volver a verla, volví a voltear le pregunté si estaba libre a uno de los taxistas del paradero donde estábamos, el respondió afirmativamente, le abrí la puerta a la dama, le dije luego te llamó, saqué los cincuenta pesos que siempre por precaución, dejó en uno de los bolsillos de mi pantalón y se los di al chofer para que la llevara a su casa.
¡Es obvio! ¡Por Dios!, que la única mujer a la que localizaste en una época difícil en la que tuviste que recurrir a la agenda donde guardas los teléfonos que prometiste no volver a marcar, sabiendo que era mentira, te dará evasivas, cuando la vuelvas a llamar sí alguna vez la dejaste con la ganas, en especial si la llamada es después de muchos días de haber pasado ese episodio, y eso es lo que me pasó hoy que la volví a llamar. Es entonces amigos, que llevó cuatro meses haciendo uso de mi paciencia.

El licenciado Roberto

- ¿Qué sensación te produce cuando notas que algunas mocosas de secundaria tienen mejores contornos que algunas chicas de nuestra edad?, es más ¿qué sientes cuando notas que algunas de ellas también tienen miradas más lindas que muchas chicas de nuestra edad?. – preguntó Roberto a su amigo Jorge, quien le contestó:
- Pues me produce la sensación de que debo recomendarte que veas más a tu novia que igual que nosotros ya puede votar.
- ¡Es que me está pasando muy frikeante!, hay una niña como de segundo de secundaria, que vive por mi calle y cada que la veo, me digo, se va a poner bien buena cuando crezca.- dijo Roberto con toda seriedad a pesar de lo coloquial de su lenguaje.
- Pues imagínatela ya encueradita en tu cama.- respondió Jorge con la plena seguridad de que tal comentario incomodaría o hasta asquearía a su amigo, quien ciertamente asqueado lo mandó al diablo por esa tarde, pues tampoco era para tomarse la broma tan apecho.

Pero eventualmente, si uno se mantiene vivo, tiene que preguntarse qué sensación te provoca cuando pasan cuatro años, el último de ellos muy bueno, pues te ha ido tan bien que todos te llaman justamente licenciado, y efectivamente, aunque no sabes a ciencia cierta cómo, tienes a esa chica desnuda en tu cama, tal como imaginabas que se iba poner cuando fuera algo mayor, faltándole aun 6 meses para poder votar y te dices que no has visto lo suficiente a ninguna chica de tu edad como para dejar de ver ese cuerpo de diosa que se ofrece ante ti y cuya boca te dice:

- ¿Sabe licenciado?- sí, le habla de usted y le dice licenciado, por que hasta ella misma esta conciente de toda la distancia temporal que los separa.- usted siempre me ha gustado, desde que estaba usted estaba todavía estudiando en la escuela de derecho, pero no le decía nada porque usted hubiera dicho que estaba muy niña, además usted tenía novia...
Entonces ella se tiene que detener un momento, porque Roberto le contesta:
-Aun la tengo.

Pero no dice nada más y ella continua.
- Eso ya no importa, porque he notado como me ve usted cuando de repente nos topamos en la calle y sé que no se negara, quiero creer que no lo hará, pues llevó muchas noches de insomnio esperando poder estar aquí.
¿Que comentario haría jorge al respecto?, ¿qué importan los comentarios de un tipo que jamás a tenido una oportunidad como esta?. Por eso ahora la única pregunta que resta por hacer es ¿qué pasara?...
- Pues eso tendrá que esperar para otra ocasión- se dice Roberto- cuando se da cuenta que debe limpiar su mano, pues aun no han pasado cuatro años y lo que el veía como su habitación es sólo su baño.