miércoles, 27 de julio de 2011

Todo menos venganza

Javier Magaña

Señor policía le juro que no fue por venganza. Originalmente no era mi intención matar al muchacho. Yo sólo estaba cazando palomas en el llano con un rifle de postas, cuando de pronto oí un grito, mitad de dolor, mitad de coraje, me espanté y corrí a ver que había detrás de los árboles, era Jacinto un excompañero de secundaria, lo reconocí por su mirada de niño presumido que no se le quitaba nunca, ni aun con sus constantes cambios de humor, ya no tenía esa cara sonrosada como piel de bebé que tanto le gustaba acariciar a las niñas de la escuela, se le había cubierto toda de espinillas rojas con puntos blancos que de sólo verlos te daban ganas de reventárselos o te hacían tocarte la cara pues era una imagen casi tangible, tanto que la sentías en tu propio cuerpo.
-¡Ah!- Exclamo, tirado en el piso sin decirme nada.
Seguía teniendo la misma voz melosa que tanto me molestaba cuando exitosamente trataba de aprovecharse de mí, que siempre y sin importar lo amargo de mis experiencias anteriores al confiar en él, terminaba siendo el objeto de su burla y de toda la palomilla del salón que le tenía una extraña veneración.
Juro que no estaba molesto, esos recuerdos fueron solo referencia, me hicieron sentir aun mas obligado a ayudarle pues era un conocido, me acerque un poco más y le dije que se tranquilizara.
- Soy yo, Jaime, ¿no te acuerdas de mí?... déjame ver tu cara –le dije para no volver a pedirle que se tranquilizara.
- te voy a ayudar... no te preocupes solo fue un rozón.- comente esperando alguna respuesta que me tranquilizara a mí, pues lo que más temía era su enojo.-

Finalmente le ofrecí mi mano, y al parecer esta vez sí entró en confianza, se paró recargándose en un árbol, entonces sonreí triunfal, como pensando que lo peor había pasado ya; el vio mi sonrisa y sonrió también, entonces vino el ultimo de mis recuerdos de él, el recuerdo fatal, su risa, su maldita risa que combinada con la mirada de sus presumidos ojos verdes servía para encender los ánimos de cualquiera, y le dispare otra posta a la cara, el gritó de espanto y se cubrió la cara, volví a disparar y le atine a la mano con la que se cubrió el rostro, el pobrecito ya no aguanto tanto dolor y se dejo caer al suelo, luego volví a dispararle unas cinco veces más en la nuca y en el cuello, volví a jalar el gatillo, pero no salió nada, se me habían acabado las municiones, entonces cesé en mi intento y quise pedirle perdón; me quedé quieto un momento que para el debió haber sido una eternidad y se puso a llorar y a retorcerse en el suelo, de pronto lo vi ahí, indefenso, con su carita llena de barros, con su cuerpo flaquito y pequeño que no había crecido más que el mío, sin duda ya no era un niño carita ni tenía un sequito de admiradores como en la secundaria, probablemente el era ahora la victima de las bromas de los aprovechados, me dio mucha lástima y lo único que se me ocurrió hacer fue acabar con su sufrimiento... volteé mi rifle y con la parte de atrás lo golpeé hasta matarlo. Así que señor policía, no crea que fue por venganza. Yo no soy rencoroso.

jueves, 21 de julio de 2011

Enfrente

Por Javier Magaña
Eran las tres de la mañana y la luz de la ventana aún estaba encendida, el vecino fisgón que vivía enfrente fue el que lo notó.
Se trataba de Julio Ramírez, quien siempre que podía se asomaba por su ventana a eso de las diez de la noche para ver a Flor, su vecina, desnudarse, pero esa vez no lo hizo a la hora acostumbrada porque salió a un bar con sus amigos, de donde llegó ebrio casi a las tres de la mañana.
Y justo después se dirigió a acostarse en su cama desde donde usualmente observaba la casa de Flor. Ahí se dio cuenta que la luz de aquella ventana aún estaba encendida, como una invitación para el morbo a la que Julio no se resistió…
Eran las tres de la mañana y la luz de la ventana dejaba ver la silueta colgada de Flor.