domingo, 25 de marzo de 2012

¡Ay!, ¡los muertos!

Por Javier Magaña Es común cuando uno se presenta ante una persona y dice su trabajo (periodista policiaco) que la gente, diga algo como “¡Ay!, ¡los muertos!”. La expresión hace pensar que se ve al reportero de nota roja como a un buitre y por alguna extraña razón denota el poco conocimiento de la gente, acerca del género y de la situación real de la seguridad en su sociedad. Tomando en cuenta que el reportero al que han saludado, generalmente labora en un diario, es probable que la persona que habla con él asuma entonces que hay un muerto al día. Lo siento no es así, la ciudad de Morelia que es la que mayor incidencia reporta, no tiene un muerto al día por cuestiones de accidentes o crímenes, mis colegas no me dejarán mentir en este aspecto. O sea que olvidan que también el reportero policíaco hace investigación, pero esto nos e trata de una defensa de la dignidad mía o de los colegas de la policiaca, sino de señalar entonces lo poco que las escuelas se han preocupado por la profesionalización de este género, en especial, porque muchas veces la persona que utiliza la expresión “¡Ay!, ¡los muertos!”, es otro reportero. Eso es indicativo de que este tampoco lee los periódicos. El problema con las secciones policiacas es que las academias las han dejado en el abandono, quisiera saber yo, cuándo un estudiante de periodismo recibió una clase de cómo afrontar este tipo de información. Los trabajos de las clases de periodismo se reducen a ejemplos de reporteo político y cultural, no es sino hasta que el reportero ejerce su profesión que se llega a acercar a un diplomado de periodismo en situaciones de riesgo o sobre seguridad y aún así corre el riesgo de que no le se mucha utilidad lo que le diga, puesto que se puede topar con un profesor que le indique de una u otra manera que es una falta de ética informar sobre crímenes. Prácticamente podría decirse que invitan al reportero a abandonar la sección. Siendo sincero, no conozco a los reporteros que hayan eliminado la información policial de su medio, y no veo que esto vaya a ocurrir en un futuro cercano. Así que como periodistas hay que afrontar esta información, verla como cualquier otro fenómeno social que merece su respectivo estudio y recordar que la agenda periodística va enfocada a los hechos realizados por los distintos actores sociales del país. En este caso queda claro, que el actual presidente tiene como principal tema de su agenda las acciones policiales, y militares, no se puede cerrar los ojos a ellos, así que este sexenio para mí ha representado la gran oportunidad de profesionalizar el periodismo policíaco y creo que varios medios lo han intentado. En enero de 2008, cuando inicié en Vigía, solo conocía a otros dos reporteros policiacos que egresados de carreras dedicadas a la comunicación, me tocó ver a otros tres colegas intentarlo y retirarse en menos de un año y ahora veo que el número de egresados de escuelas de periodismo, comunicación o literatura se ha incrementado y que varios de ellos han encontrado un interés para dar información adecuada sobre la situación de la seguridad pública en su comunidad, pero esto es solo por vocación, puesto que aún falta el esfuerzo de la academia a nivel licenciatura.

sábado, 24 de marzo de 2012

Así es…

Por Javier Magaña

“So… Are we talking to each other?” dijo Javier al llamarla por teléfono tras la enésima vez que uno de los dos rompía la promesa de no volverse a hablar, sabiendo siempre que en el fondo ambos esperaban que uno rompiera la promesa.
Esta vez fue ella y lo hizo cuando él estaba a punto de maldecirla por no llamar, escribir ni aparecerse, pero de repente cuando el volvió del trabajo estando a un paso de entrar a su casa para marcarle, se topó con un mensaje, no muy claro pero definitivamente de ella.
Era una mariposa de plástico color purpura, colocada exactamente en donde él siempre solía dejar las llaves. Ese era el pretexto que él necesitaba para llamarla sin sentir que se estaba humillando. Así que tras una hora de preguntarse qué rayos fue lo que ella le quiso decir, resolvió que esperaría al día siguiente a la misma hora para llamarle como si le estuviera haciendo un favor.
El día siguiente llegó, pero la hora decidida lucía tan lejana que Javier no pudo esperar las veintiún horas que faltaban para la hora en que se supone la llamaría, así que siendo las doce y media de la noche llamó, no sin antes pensar en una frase que sonará con carácter y que la hiciera sentir que él no era el que tenía más ganas de hablar, así que comenzó hablándole en inglés, sabiendo lo mucho ella detesta esa lengua, que no obstante entiende de maravilla.
Así que volviendo al inició él le dijo. “So… Are we talking to each other?”
A lo que ella conociéndolo todavía mejor de lo que él mismo podría conocerse, respondió “non plus, adieu” y colgó sin volver a contestar.