martes, 4 de septiembre de 2012

Ideales

Los primeros pasos al tratar de llevar una vida honesta y llena de éxitos, suelen ser los pasos de seres jóvenes y llenos de azúcar. En ese punto la juventud y el azúcar (la dulzura que ha habido en nuestra vida), son los combustibles del que a su vez alimenta las ganas de hacer de este un mejor lugar, pero llega el punto donde se acaba el azúcar y esa juventud por sí sola no parece hacer combustión positiva. ¿Qué salió mal? Ese ser trabajó duro y honestamente, pero no siente que el mundo que pisa se haya vuelto un lugar mejor y la gente que tiene menos combustible para perseguir sus sueños o querer mejorar el mundo se da cuenta de eso y convierte la palabra idealista en un insulto. El joven, de repente, quiere ocultar sus ideales y avejenta esos sueños. Eso es lo que asegura que el mundo sea peor. Perseguir un ideal y trabajar honesta y duramente por alcanzarlo, no es una receta instantánea para un mejor mundo, pero sí ayuda. Si no me creen, pregúntense, qué de malo tuvo sembrar ese árbol, recoger esa basura, ayudar a esos ancianos o cuidar a a esos huérfanos. El problema es que al mundo le hacen falta esos idealistas que han sustituido el azúcar por la intensidad de la experiencia de hacer las cosas con el alma.