jueves, 18 de julio de 2013

Cof... Cof...

Y ahí estaba María, La mujer más bella que Rodolfo había visto…. estando borracho, algo en lo que él tenía mucha experiencia, así que decidió llamar al mesero y ordenar que le dijera a la chica que él pagaría todas sus copas. El arrebato de arrogancia venía respaldado con una sonrisa de infalible galán, rodeada de una sombra de barba que crecía inusualmente pareja en una cara adornada por una mirada profunda que el destino le seguramente le arrebató a un hombre más sabio que Rodolfo, así que María decidió darle una oportunidad, como lo habían hecho otras muchas mujeres antes de ella y cuyo nombre él había olvidado. Tres horas más tarde, la cuenta estaba saldada y ellos se dirigieron al apartamento de Rodolfo, donde él fue al refrigerador a buscar una cerveza en tanto ella se acomodaba en la cama. En cuanto Rodolfo alejó su mirada del refrigerador y volteó a ver a María en la cama entregada ya a él, como sí se tratara de un sacrificio, se repitió a sí mismo que ella era la mujer más bella que había visto estando borracho y con pasos torpes, pero aún con la sonrisa infalible se acercó a ella y la besó. La ropa se desvaneció con prisa y, minutos más tarde, Rodolfo tuvo que decir lo que no esperaba decir esa noche: “¡Te juro que nunca me había pasado!”. Era cierto, a Rodolfo jamás le había pasado eso de no tener un erección cuando se necesitaba, le había pasado aquello de dormirse mientras esperaba a que una mujer saliera del baño a donde entró a ponerse una atuendo más coqueto y… bueno, también se había llegado a dormir en pleno besuqueo, pero lo de la falta de erección nunca. María dijo, no importa, a veces pasa, con un tono que no dejaba adivinar si era condescendiente o estaba decepcionada. Entonces, él, sin sentir un particular pesar por el hecho, fue al refrigerador por dos cervezas más, le entregó una a la mujer más bella que había visto estando borracho y media hora después de un absoluto silencio el sueño los sorprendió. A las 10 de la mañana, cuando él se despertó tembloroso por la cruda, fue a buscar una cerveza más, pero ya no había, así que decidió vestirse y salió a la tienda, como si no le importara que una desconocida estuviera en su casa, donde había una que otra posesión que él apreciara. Al regresar Rodolfo, María ya estaba despierta y vestida, entonces él se dio cuenta de que la chica que no lucía nada mal ahora que estaba sobrio, pero antes de que él pudiera decir algo, ella le dijo podemos checar luego si no te vuelve a pasar… Ya sé dónde vives y mi número está en esta tarjeta. Fue así que, por primera vez, Rodolfo se acordó del nombre de una mujer con la que pasó la noche estando borracho.

La vi caminar descalza al refrigerador, tomar un par de huevos y después me preguntó, ¿estrellados o revueltos? Fue entonces que supe que se quería quedar, no necesariamente en mi departamento, pero si en mi cotidianeidad. ¿Qué iba a decir yo al respecto? Es muy difícil saber si se ha dado una respuesta errónea o adecuada, cuando tu cuerpo está cómodo en una cama en la que hiciste el amor y te ofrece un desayuno, una mujer de carne firme, cuyas curvas si no grandes, sí agradables a la vista, se adivinan bajo la tela de un vestido largo que hacía unas ocho horas le habías quitado. Sólo le dije revueltos, me pareció lo más correcto.

El relato

Esa noche Elisa me pidió que apagara la luz y le regaló a mi piel las formas que le negó a mis ojos. Al día siguiente me senté en mi escritorio para continuar esa historia que había dejado pendiente, pero mi bloqueo de escritor seguía ahí como desde hacía un mes. De tal manera me di cuenta que contrario a lo que yo intuía de adolescente, las historias no se hacen como a los niños.

Encuentro

Decenas de sombras de palomas surcaron el suelo de aquella plaza iluminada por el Sol en un mediodía sin nubes, cuando Jorge, quien estaba leyendo en una banca levantó la mirada. Al otro lado, después de que las palomas llegaron a la torre de la iglesia que está a un costado de la plaza aún quedaba una sombra con dos cabezas devorándose la una a la otra. Jorge, quien se quedó pálido, conoció ese día lo que se sentía ser engañado
Ella decidió poner las reglas. Yo… no entrar al juego Hubo muecas torcidas y ojos humedecidos, pero no discusión, ambos fuimos claros, tal vez demasiado. Media hora más tarde el aire se llenó de la pesadez que sólo dejan los asuntos que nos hubiera gustado terminar diferente y se sintió incómodo bajar escaleras que tal vez no subiría de nuevo. Fue difícil decir que no.

Cita

Hallo en la sonrisa que me provocas una réplica y eso me entusiasma, me hace abrir la boca y decirte las verdades que no le digo a ninguna otra mujer e inesperadamente ese abrir y cerrar de labios me conduce a tu boca. Comienza un beso que se reproduce un montón de veces hasta que algo, no sé qué, nos hace retroceder un poco, tomar aliento y buscar una palabra, seguramente sin sentido, que afortunadamente se calla con otro beso. Un rato más tarde, nos estorba la mesa, el mesero, los otros clientes del café y los preámbulos. Abandono tu boca para pedir la cuenta, suelto tu cuerpo para sacar la cartera y después salimos a la calle, el destino es entonces lo que me preocupa, ¿tú a tu casa y yo a la mía? ¿tú a mi casa? o ¿yo a la tuya?. "La eternidad es una esperanza de algo que no conozco, un café contigo es una posibilidad por la que me esfuerzo” Así es como defino lo que pasa entre tú y yo.

Consecuencias

A veces veo ropa tirada y pienso en ti cuando éramos novios, la diferencia es que en aquella época lo que había en el suelo eran minifaldas y lencería fina, y mi primer impulso era voltearme a tocar tu cuerpo en mi cama. Ahora sólo miro uniformes escolares y en vez de dirigirme a ti, le grito al niño que recoja su cuarto. Hay que admitirlo, una simple prenda de menos, puede definir una historia.